Es la sátira la forma de expresión de la que el poeta se ha servido como arma para luchar contra las pretensiones de la época a la que
pertenecía. De origen griego, fue difundida con éxito a través de los distintos
periodos artísticos de cada época; así, vamos a encontrarnos con muestras
satíricas en la literatura de numerosos países, ya sea en poesía o en otros géneros, como el
narrativo o el poético.
A través de un estilo cargado de ironía,
imágenes paródicas e hipérboles que ridiculizan, los artísticas han conseguido
transmitir una crítica social que, aunque pertenezca a un tiempo remoto al
lector en cuestión, puede seguir teniendo cierta vigencia −véase, por ejemplo,
las letrillas satíricas de Quevedo, que bien podrían ser aplicadas en la época
actual−.
De esta forma, en la primera parte del
siglo XVIII en España nos encontramos con una corriente poética que sigue la
tradición del XVII: una poesía moral y satírica, muy del estilo del salmantino
Quevedo. Diego de Torres Villarroel es uno de los precursores de este tipo de
poesía. Sus poemas tienen como rasgo común el tono satírico y burlesco hacia la
nobleza y los cortesanos de la época, a favor de la vida campesina y las costumbres
mundanas. Especial atención hay que mostrar a la conclusión a la que Villarroel
llega en Ciencia de los cortesanos de
este siglo: el origen común del ser humano. Este es un pensamiento muy
ilustrado: pese a la división estamental de la sociedad, el origen de la
especie humana es compartido tanto por un noble como por un campesino. Tópicos ilustrados como el del «noble inútil»
y el del «menosprecio de corte y alabanza de aldea»−cultivado ya en épocas
anteriores: Antonio de Guevara, Quevedo, o el mismísimo Miguel de Cervantes− se
ven perfectamente desarrollados en este soneto.
Sin duda, el germen de estos poemas
satíricos cultivados en el XVIII debe atribuirse a uno de los genios del género
en el siglo de Oro: Quevedo, maestro del uso del lenguaje conceptista, con
metáforas e hipérboles cargadas de un tono irónico que llegan a rayar en lo
paródico.
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Diego de Torres Villarroel |
Vuelve a ser la sátira la protagonista,
esta vez, en una pieza teatral del mismo siglo: La Comedia nueva o el café,
de Leandro Fernández de Moratín. Se trata de una comedia satírica que se burla
de los autores «incultos», que no aceptan las nuevas características que se
incorporan con el neoclasicismo al género teatral (Cf.: http://hispanoteca.eu/Literatura%20espa%C3%B1ola/Siglo%20XVIII/El%20teatro%20neocl%C3%A1sico.htm). Es esta obra el ejemplo perfecto para
demostrar que la sátira no siempre se dirige hacia una clase social
determinada, como puede verse en el caso de la obra de Villarroel, o como se
vio en la poesía quevediana del XVII. Moratín hace uso de la metaliteratura para criticar la forma de
hacer teatro que él consideraba en decadencia: es este el sujeto de la crítica del dramaturgo.