El idealismo de los caballeros
andantes, de los héroes que rescatan a víctimas en apuros, es inevitablemente
un motivo atractivo para cualquier lector corriente; si el medio de lectura es asequible, llega a casi todos los estratos de la
población y además utiliza las características del folletín, la recepción de estas historias se dispara. Hablo de los cuentos del
Romanticismo, esas breves historias publicadas en prensa y de temas variopinto que no
olvidan los ideales románticos, pero que siempre suelen contener un componente
caballeresco y medieval. Pongamos como ejemplo el relato de Juan Manuel de
Azara Los bandoleros de Andalucía,
publicado la revista Semanario Pintoresco Español en dos partes.
En un
viaje desde Córdoba a Cádiz, siendo al parecer práctica normal, son
detenidos dos hermanos y dos hermanas en medio del camino por un grupo de
bandoleros algo asalvajados cuyo jefe estaba ausente. Los abusos estaban a
punto de llegar a puntos preocupantes cuando llega el verdadero capitán de la
cuadrilla que reprende el comportamiento vergonzoso y poco racional de sus
compañeros y mata al instigador del mismo: (escrito en el castellano de la
época)
La partida de José María
no viola mugeres ni maltrata á los hombres: si nos hemos echado al camino ha
sido para vivir, pero no para hacer daño.
Es el salvador en toda regla, pero no un salvador cualquiera, un
salvador bandolero. Se dan pues dos elementos: el encomio a la vida libertina y
marginal, que se presenta como exenta de vicios, y el mundo de las aventuras como acción: un
viaje, una parada en un mesón ─con dueño manchego, casualmente─, acumulación de
intriga, víctimas en apuros, héroe avispado que llega a caballo...
Fórmula parecida nos encontramos en Una nariz de Manuel Bretón de los Herreros. Su cuento relata los
intentos de cortejo de un poeta a una dama cubierta con una máscara, él
pretende hacer un encomio a su belleza, a la manera en que lo hacía el
prototípico amante cortés (no hay que irse tan lejos para ver esto), su plan se
desbarata cuando al quitarse ella la máscara se encuentra con una protuberante
nariz y huye despavorido. Podría quedarse así el cuento en sátira, en una
parodia de los amoríos estúpidos de las novelas idealistas del Siglo de Oro
escenificada en una fiesta de disfraces de la época, pero la condición del
caballero –poeta- y el desenlace –la nariz horrorosa resultó ser una segunda
máscara, él queda avergonzado- convierten el cuento en una crítica a las
pretensiones esteticistas y a la amoralidad de los literatos. De nuevo las
ideas modernas de los románticos se funden con elementos idealistas para hacer
atractivo el contenido. Nada nuevo al fin y al cabo.
El relato de Juan Manuel de Azara lo podeis encontrar en los
siguientes enlaces:
Bandoleros de Andalucía. Parte II
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Imagen del número de la revista donde aparece el cuento |
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