domingo, 22 de junio de 2014

A propósito de

Ovejas siguiendo al pastor
El viaje como experiencia educadora es una idea cada vez menos perceptible, hoy que las estresantes excursiones organizadas para ver todas las atracciones turísticas que aconseja  Google ─con la imprescindible parada en la tienda de turno para comprar el regalo de recuerdo─ están a la orden del día.Volviendo a la Ilustración en esta época, aquellos que se lo podían permitir, contaban en su formación con un recorrido por algún país para conocer sus costumbres y a sus gentes, su idiosincrasia. Y el viajero volvía a su país habiendo visto mundo y con las opiniones y observaciones pertinentes ¿Qué pensaban de nosotros? Larra cuenta en su artículo  Vuelva usted mañana las impresiones de un francés que ha de lidiar con el sistema de servicios públicos (y no públicos) de nuestro país: la impresión que se lleva es bastante nefasta (el título lo dice todo). Cadalso, por su parte utilizó el sistema epistolar para reflejar la opinión forastera sobre nuestro país. Centrémonos en las Cartas Marruecas:

La mayor parte de las 90 cartas están escritas de la mano de Gazel que aprecia varias sutilezas de nuestras tierras. Por ejemplo le llama asombrosamente la atención el concepto de nobleza hereditaria con el que se topa muy a menudo en su estancia en España; su anfitrión Ñuño se lo hace entender bastante explícitamente:

«Nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento, muriese uno que se llamó como yo me llamo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo» (Carta XIII)

Otra carta interesante es la LXVIII en la que el extranjero se revela como un lúcido personaje que, adelantando a muchos de los naturales de la tierra que visita, descubre el secreto del fracaso del imperio donde nunca se ponía el sol, la España de los Austrias mayores ─y por qué no también del Imperio Romano:

Examina la historia de todos los pueblos, y sacarás que toda nación se ha establecido por la austeridad de costumbres. En este estado de fuerza se ha aumentado, de este aumento ha venido la abundancia, de esta abundancia se ha producido el lujo, de este lujo se ha seguido afeminación, de esta afeminación ha nacido la flaqueza, de la flaqueza ha dimanado su ruina.

Cadalso se adscribe al género ensayístico para plasmar esta y otras ideas (divergen mucho de la línea en la que yo he ido) lo que implica una ecuación que es importante tener en cuenta y es la conjunción de razón (diosa del momento ilustrado) y opinión. Es decir el autor a partir de una observación (la España del momento) lleva a cabo una reflexión (tiene muchos motivos de orgullo pero también está llena de vicios que hay que corregir) y la argumenta razonablemente. Qué mejor argumento que el de un forastero que tras recibir opiniones de un español se las transmite a su paisano tamizándolas en sus propios juicios y conclusiones. El contenido expuesto se sugiere y no se impone (nada de dogmatismo en la Ilustración) y favorece esta labor la intención dialogal que trae consigo el género epistolar, con su tratamiento en segunda persona y su carácter privado que permite cierta afectividad y coloquialismo, más naturalidad. Por otra parte siempre, aunque el propio autor se considere a sí mismo imparcial, se vislumbran rasgos de la personalidad del autor, el ensayo es suyo y el ensayo es una opinión y a Cadalso se le ve el plumero.  A pesar de que ofrece críticas constructivas como las que aquí he citado no deja de defender apasionadamente  a su país. En la carta III  alaba a don Pelayo y a los Reyes Católicos, los reyes de la casa de Borbón lo entusiasman (LXXIII) y Hernán Cortés es un héroe cuyos abusos son justificables (IX).

Aún así no faltan las sanciones a la corrupción y al retraso que inundan (presente del indicativo) el país. El viaje de Gazel tuvo que ser formativo.

Bizcochos y chocolates


La literatura está plagada de metáforas, y la vida también, lo complicado es tener la capacidad de interpretarlas, tener en la cabeza la chispa que se enciende cuando descubres el significado oculto de las cosas. Esa agradable sensación de darte cuenta de lo que no te dicen, de saber leer entre líneas. Y es justo eso lo que hay que hacer con la obra La Regenta, ver más allá de lo que te dicen. Aunque una de las características de la novela realista sea que todo está conectado, todo basado en una relación de causa-efecto, podemos ver como en varias ocasiones Leopoldo Alas escribe menos de lo que dice, o dice más de lo que escribe. El caso es que, leyendo la Regenta, estudiando a Clarín y ampliando conocimientos, ha llegado a mi una pregunta, que al parecer es clave para la comprender parte de la obra. ¿Qué es el chocolate y por qué tiene como enemigo a Víctor Quintanar? No es quizá una pregunta fácil de responder si nos centramos en el siguiente fragmento: 

 Quintanar pasó a la convicción contraria; se le antojó que bien podían ser las ocho, se vistió deprisa, cogió el frasco del anís, bebió un trago según acostumbraba cuando salía de caza aquel enemigo mortal del chocolate, y echándose al hombro el saco de las provisiones, repleto de ricos fiambres, bajó a la huerta por la escalera del corredor pisando de puntillas, como siempre, por no turbar el silencio de la casa. 

 Tal y como decía, no es fácil de responder solo con la información que tenemos aquí. Solo nos dice que Victor es enemigo mortal de esa bebida, pero ¿por qué?  Dicho está,  hay que saber leer más allá de las líneas, o quizá, hay que tener memoria para responder a esta cuestión, ya que el chocolate no solo aparece en esta parte de la novela: 

Cuando oía, desde su despacho, muy temprano, el «Santo Dios, Santo Fuerte», que cantaba como si fueran malagueñas, Teresina, que hacía la limpieza allá fuera, tentaciones sentía de cantar él también. No cantaba, pero se levantaba, salía al pasillo. -Teresina, el chocolate -gritaba alegre, frotándose las manos. Y pasaba al comedor. La doncella, a poco, llegaba con el desayuno en reluciente jícara de china con ramitos de oro. Cerraba tras sí la puerta, y se acercaba a la mesa; dejaba sobre ella el servicio, extendía la servilleta delante del señorito... y esperaba inmóvil a su lado. Don Fermín, risueño, mojaba un bizcocho en chocolate; Teresa acercaba el rostro al amo, separando el cuerpo de la mesa; abría la boca de labios finos y muy rojos, con gesto cómico sacaba más de lo preciso la lengua, húmeda y colorada; en ella depositaba el bizcocho don Fermín, con dientesImagen de perlas lo partía la criada, y el señorito se comía la otra mitad. Y así todas las mañanas. 

Es posible querido lector, que hayan quedado sus dudas más claras después de leer el fragmento anterior, a mí desde luego no me cabe duda de lo que es el chocolate, o de lo que representa en la novela. Y me atrevería a decir que dicho alimento es un elemento clave para que el lector entienda cómo era Fermín de Pas.  



Sexo, eso es para mi el chocolate, sin ninguna duda, Fermín de Pas mantenía relaciones con Teresa todas las mañanas. Siempre se ha oído que el chocolate es el sustituto del sexo, en este caso metafórico, chocolate y sexo van cogidos de la mano. 

Pasemos ahora a resolver la cuestión anterior, ¿por qué es Víctor enemigo del chocolate?  Sí, Quintanar relaciona el chocolate con el celibato, con el Magistral en concreto. Puede ser quizá una de las pistas, más bien evidencias, que Clarín deja caer en la novela. Víctor odia el chocolate, odia lo que el chocolate representa en la obra. ¿Odia entonces el sexo Quintanar? No lo creo, lo que odia es que alguien como el Magistral, dado al chocolate, tenga tanto influjo sobre su esposa, incluso más que él mismo.

GOYA: UNA VISIÓN DEL PINTOR A TRAVÉS DE SUS «DISPARATES»

 Los Disparates. Quizás la serie de cuadros más difícil de interpretar de toda la trayectoria de Goya. Sería necesario entender primero el contexto en el que el artista realiza estos cuadros para debatir el asunto. Precisamente, fue este el tema de la disertación llevada a cabo por D. Juan Carrete Redondo en el I Congreso Liberal, organizado por la Universidad de Cádiz.

Nos situamos en la Época del Terror. Goya, liberal reconocido, se encuentra en una desfavorecida situación: el apoyo a José I le acarrea problemas−recordemos que con Fernando VII en el trono, no era muy buena opción−. En la vida personal, se acentúan las complicaciones. Una dura  contienda tenía lugar entre liberales y serviles,  ambos bandos simbolizan las dos caras de la moneda en Goya: el miedo y la esperanza de un futuro mejor.

En sus cuadros se ven reflejadas estas sensaciones. Pondremos como ejemplos varios «disparates» de los que se hablaron al respecto.

El «disparate fúnebre» constituye una alegoría de la situación del momento: el grabado nos sitúa en un ambiente espectral, habitado por criaturas fantasmagóricas. Estos «fantasmas», representan la resurrección del poder opresivo del ejército de Fernando VII, que parecen vencer a los liberales.



En la línea del anterior se encuentra el «disparate de carnaval». Un militar aparece en escena, parece dormido o en estado de embriaguez. Con esta representación del poder militar, Goya pretende desenmascarar lo que hay tras esa realidad aparente. De este cuadro se transmite cierto halo de esperanza al desmitificar un poco a las fuerzas opresoras.



«El caballo raptor» fue otro de los disparates tratados. En este, una mujer es arrebatada de un bocado por un caballo, animal que habitualmente representa la potencia sexual. Al fondo una rata gigantesca con aspecto de montículo, a manera de paisaje, devora una mujer, como reforzando el significado de la escena central (Cf.: http://es.wikipedia.org/wiki/Disparates). Simboliza quizás la impotencia del ser humano ante las figuras de poder.



Sin duda la obra de Goya se nos muestra en muchas ocasiones incomprensibles a la vista. Mucho más cuando se trata de la contemplación de sus Disparates. Respecto a esta serie de cuadros, me urge la necesidad de destacar que nunca estuvieron a la venta, permaneciendo inédita hasta 1864, fecha en la que es trasladada a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Si bien es cierto que la serie de Disparates se nos muestra confusa, es verdad también que son causa de nuestro agrado, de alguna manera conectamos con aquello que el artista intentaba transmitir, que aún hoy sigue vigente. He aquí una reflexión al respecto:

Y he aquí precisamente una de las claves de estas estampas; ¿por qué nos atraen y fascinan si no las llegamos a entender, del mismo modo que nos ocurre con las Pinturas negras? Nos atraen porque llegan directamente a nuestra sensibilidad más que a nuestro intelecto. Olvidamos la razón sin poder descubrir la trama de las mismas. Nos identificamos emocionalmente con los rostros, las miradas, las actitudes, la atmósfera onírica, la cercanía o el tamaño de las figuras. Nos atraen y no sabemos por qué. He aquí la causa de su Modernidad y su vigencia.


(Podéis acceder al texto íntegro a través del siguiente enlace: https://www.museodelprado.es/goya-en-el-prado/obras/lista/?tx_gbgonline_pi1%5Bgocollectionids%5D=29)

sábado, 21 de junio de 2014

Realismo en La Regenta: prescindiendo del narrador

Desde la primera teoría literaria se ha venido diciendo que la literatura es mímesis, imitación de la realidad, lo único que puede imitar y lo hace a través de la ficción, diciendo qué podría suceder en ella, el único requisito es la verosimilitud, que la imitación sea creíble, puede no ser posible pero ha de ser racional y estar bien expresada.
Bueno, pues esto es lo que se tomaron enormemente en serio los escritores realistas y naturalistas: centran sus esfuerzos en crear una copia lo más fiel posible de la realidad hasta alcanzar una ilusión de realidad. Esta es tal que basta con una lectura detallada de cualquier página de La Regenta de Clarín para obtener una escena perfectamente proyectada, sin ningún cabo suelto. Yo no puedo escoger cualquier página porque tengo instrucciones de analizar un fragmento del capítulo XXVI del libro (otra vez los gajes del oficio del estudiante) pero igualmente vamos a ver como los principios realistas de exhaustividad y objetividad se cumplen.

En casa de Vegallana la tal noticia estalló como una bomba la oración simple que introduce el fragmento nos dice desde un principio el dónde y el cómo (con figura retórica incluida), le sigue una serie de especificaciones de lo que hacían los personajes antes de enterarse de primicia (volvía la Marquesa, toda de negro, de pedir en la mesa de Santa María con Visitación; volvía también Obdulia Fandiño, que había pedido en San Pedro), abuso de aposiciones explicativas.

Dice Flaubert que la gran innovación de la novela realista es la no intervención del narrador para dar a conocer al personaje. Clarín a veces no puede abstenerse de comentar algunos detalles (sentía una inmensa curiosidad y cierta envidia vaga) pero es cierto que solo con la lectura detallada de los diálogos se puede entrever el carácter de sus personajes. Ahí va el análisis de un diálogo con todos los ingredientes del más puro y universal de los chismorreos, entre estas tres mujeres y el obispo, con sus faldas.

Al obispo solo pueden atribuírseles el tratamiento de usted (cualquiera que la oyera a usted), el escándalo por la terminología de la Marquesa (¡Por Dios, Marquesa), que solo puede ser fingido pues si la mujer no tiene ningún reparo (la Marquesa se encogió de hombros) en despotricar de esta manera delante de la máxima eminencia eclesiástica de la ciudad, es que cuenta con su complicidad en lo que a la práctica que llevan a cabo se refeire ; el obispo, como tal, ha de aparentar el respeto hacia la decisión de la Regenta (¡Por Dios, Marquesa no blasfeme usted! Diabluras un voto como este, un ejemplo tan cristiano) pero participa en el comadreo igualmente, empezando porque es él quien anuncia que Ana Ozores saldrá de penitente en la procesión (Sí, señora Marquesa, no se haga usted cruces, Anita está resuelta a dar este gran ejemplo a la ciudad y al mundo). Se pone pues de manifiesto el carácter de la espiritualidad de este miembro de la clase eclesiástica de Vetusta (pues descartamos que se trate de un defensor de la religión interiorizada e iconoclasta).

Obdulia y Visitación se lucen como las prototípicas mujeres adineradas y ociosas, sus comentarios aparentan inocencia y desenfado, pero la malicia despunta contenida en los puntos suspensivos (pero Quintanar…no lo consentirá…; pero se va a destrozar la piel…). La crítica a la inaptitud del marido (empezando por el de Anita, pero, por qué no, extendiéndolo también al propio) tampoco falta: ¿Y el pobre calzonazos dio su permiso? ¡Qué maridos de la isla de San Balandrán!─añadió acordándose del suyo. Y por supuesto no nos íbamos a quedar sin los juicios sobre moda, ¿Y el traje?¿Cómo es el traje?¿Sabe usted? Las preguntas encadenadas reiteran la importancia del dato, pero ninguna respuesta iba a agradar a Obdulia (¿Marrón foncé?.. No dice bien…; otro sería mejor) que viene  a mostrarse como la esnob de la tertulia (oh, lo que es esto,pensaba, indudablemente tiene cachet. Sale de lo vulgar, es una boutade, es algo… de un buen tono superfino) envidiando el protagonismo que está consiguiendo Anita por la procesión.

En cuanto a la Marquesa su frase estrella lo dice todo: pero si en Vetusta jamás ha hecho eso nadie… Representa a la perfección el estancamiento de la ciudad que dormía la siesta y digería el cocido. Lo que más le escandaliza de la Ana nazarena no es el fanatismo e irracionalismo sino la novedad de la decisión; para ella la religión es concebida a la manera ilustrada, como un acto filantrópico (que también responde a sus propios intereses) y hacerlo de otra manera, tan disparatada, la lleva a reaccionar como lo hace (¡vestirse de mamarracho y darse en espectáculo!) ni si quiera da crédito a que el ir descalza sea una práctica común entre mujeres fuera de Vetusta (pero ¿dónde ha visto ella hacer esas diabluras?). 

viernes, 20 de junio de 2014

Vetusta: de ciudad a personaje

La heroica ciudad dormía la siesta. ¿Qué ciudad? Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo. Vetusta, ciudad mítica en la literatura española, hogar de Ana Ozores, Fermín de Pas y Álvaro Mesía. Sin duda, no resulta indiferente a nadie. En el corazón de la ciudad vetustense se cuece la historia de La Regenta. Pero podría decir más: es un elemento que juega un importante papel en el desarrollo de los acontecimientos. En Vetusta se habla de Ana Ozores, la Regenta no deja indiferente a nadie. Fermín de Pas desea fervientemente el dominio de la ciudad, al igual que su rival, Álvaro Mesía. Para explicar esta ambición de poder social es necesario hacer mención al contexto sociopolítico en el que se ambienta la historia.


 Clarín describe con maestría cómo era una ciudad de provincias en la época de la Restauración−periodo en el que ocurren los hechos, del que mucho se ha escrito. Para el curioso lector, aconsejo la lectura del siguiente enlace: http://www.historiasiglo20.org/HE/11a-1.htm−, un halo de crítica se cierne sobre la descripción de sus habitantes: la aristocracia decadente, el clero corrupto, las damas hipócritas, los partidos políticos (Cf. http://es.wikipedia.org/wiki/La_Regenta). En este ambiente de hipocresía social, se mueven nuestros personajes.

Según Émilie Zola, quien expuso las bases de la novela naturalista o experimental, uno de los objetivos de dicho movimiento es el estudio del temperamento y las modificaciones profundas del organismo bajo la presión del medio y las circunstancias. Presión social es la que recibe Ana Ozores. En la evolución de este personaje se observa con claridad cómo poco a poco la fuerza de la ciudad vetustense va marcando su comportamiento y acciones. Al final de la novela, Ana se queda sola y  es despreciada por todos, Álvaro Mesía se ve obligado a marcharse a Madrid: se produce el triunfo de la ciudad sobre los inadaptados al medio. El Magistral de Vetusta tampoco queda indiferente a las garras vetustenses. De Pas, sufre a lo largo de la novela una contienda en la que está en juego su poder sobre la ciudad. Sus ambiciones ven resultado al término de la historia: el Magistral se reafirma como mandatorio espiritual de la localidad de provincias.

A partir de esta concepción naturalista, podríamos considerar que la ciudad de Vetusta es el factor desencadenante del destino de sus personajes, es, en definitiva,  el «personaje» vencedor al final de la historia y con ella, sus gentes.


«Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio». El origen de las especies, Charles Darwin. 

jueves, 19 de junio de 2014

El pobrecito...

Enseñar deleitando pretendían en el Silgo de Oro, fusionar belleza y utilidad recomendaba Sócrates, conseguir un placer puro y elevado, una catarsis, Aristóteles. «Escribir ayuda a comprender y a ordenar el desorden» se le ocurrió decir a Use Lahoz; «para ordenar el mundo» respondió Luissé Martín a la pregunta de ¿por qué escribo?

Probablemente, incidir en las mentes de sus lectores ─que ya no eran  los de antes, prácticamente toda la población tenía acceso a la cultura, a la de la prensa, al menos─ era lo que tenía Mariano José de Larra en mente con sus artículos. De ahí que, como fervoroso defensor de la libertad ─fervoroso idealista romántico─ observe la realidad social (y no se aisle de ella como hacían otros literatos de su época), escoja sus aspectos más significativos y se los muestre al lector. Cierto es que se los muestra envueltos en dulce, pues aunque su crítica denota unos notables desencanto e insatisfacción, se lo toma con humor, o eso intenta hacer ver a través de sus técnicas humorísticas: ironía, caricatura, reducción al absurdo, parodia, trivialización de conceptos.... Obsérvese el párrafo final de Vuelva usted mañana o este fragmento de «El siglo» en blanco en el que se admiran y defienden las excelencias de leer algo que no está escrito, un sutil  reproche a la censura:


Un artículo en blanco es además picante, porque excita la curiosidad hasta un punto difícil de pintar. ¿Qué dirá? ¿Qué no dirá? En un mundo como éste de ilusión y fantasmagoría, donde no se goza sino en cuanto se espera, es indudable que el hacer esperar es hacer gozar. Las cosas una vez tocadas y poseídas pierden su mérito; desvanécese el prestigio, rómpese el velo con que nuestra imaginación las embellecía, y exclama el hombre desengañado: «¿Es esto lo que anhelaba?». 

Pero precisamente la censura no fue ningún impedimento para que Larra hablase de todo lo que le pareció pertinente mencionar. Los manuales clasifican sus artículos en literarios, costumbristas y políticos, nosotros, sintetizando diremos que como defensor de la libertad despreció a los carlistas (¿Que hace en Portugal su majestad?, entre otros muchos), a Mendizábal (Dios nos asista) y al liberal moderado Martínez de la Rosa (Los tres no son más que dos, y el que no es nada vale por tres); pero yo creo que su crítica se puede reducir aún más y circunscribirla a lo social: el hincapié se hace siempre en el enrarecimiento de la población, del hombre que apegado a la tierra, es inamovible, inalterable  (sólido: El hombre-globo, lectura recomendada) a pesar de la situación tan convulsa y decadente que vive. España está retrasada (El café), los ricos se dedican a la vida ociosa (La vida en Madrid) y lucen una incesante hipocresía (¿Quién es el público y dónde se encuentra?), mientras los pobres se conforman y viven en su ignorancia (su vida se plasma en la Batuecas de su pobrecito hablador). Los servicios públicos (y no públicos) incompetentes de Vuelva usted mañana reflejan la actitud del español por antonomasia.

La pregunta es ¿es la escritura de Larra útil? ¿sufrieron los lectores la catarsis aristotélica? ¿cambió el mundo del siglo XIX? El pobrecito e ingenuo Larra ansiaba despertar a España con sus artículos y, obviamente no vio resultados directos y evidentes en sus lectres a los que compara con muertos en un cementerio, su única respuesta es el silencio (El día de los difuntos de 1836, mismo tono pesimista en La navidad de 1836); sus intereses, que suponen ser los de la propia sociedad son ignorados. «Solo en la paz de los sepulcros creo» dijo Espronceda, «escribo para parecerme a Espronceda» dice hoy Caballero Bonald... y he aquí en Larra el resultado del intento de considerar la literatura, la cultura, como un instrumento con efecto instantáneo sobre el hombre de a pie.


De opiniones y arrepentimientos

Pertenece quizás el fragmento que tengo entre manos a uno de los capítulos más significativos de toda la obra. Tras la decisión de Ana Ozores de salir en procesión el Viernes Santo, la noticia recorre la ciudad a la velocidad del rayo. Muchas son las personas que objetan su decisión, incluido su marido, Víctor Quintanar. Fermín de Pas, mientras tanto, recrea su victoria sobre Vetusta; a la vez que Ana se arrepiente de sus decisiones.

En la conversación entre varios personajes−entre ellos Obdulia, Visitación y la Marquesa−, somos testigos de la negativa ante la actitud de Ana por parte de los personajes. Y es que aunque todas profesan la religión católica, conciben la acción de la Regenta como locura. Se observan referencias a la mentalidad ilustrada del siglo XVIII en la marquesa, quien protagoniza un monólogo interior (estilo indirecto libre):

La marquesa no acababa de santiguarse. «Aquello no era piedad, no era religión; era locura, simplemente locura. La devoción racional, ilustrada, de buen tono, era aquella otra, pedir para el Hospital a las corporaciones y particulares a las puertas del templo, regalar estandartes bordados a la parroquia; ¡pero vestirse de mamarracho y darse en espectáculo!»

El decoro hacia la iglesia se muestra presente en todo momento: vemos como la calificación de Ana vestida de nazareno como un mamarracho provoca la exaltación del resto de personajes.
La hipocresía es un tema constante en toda la obra y este fragmento no se queda corto. Y es que aunque Ana es criticada por su falta de «decoro», causa en más de una ocasión la envidia de Obdulia: las ansias de protagonismo son las causantes de su actitud.
Aparecen en escena Víctor Quintanar y el Marqués. El personaje de Quintanar se nos presenta desolado: está viendo como su mujer ha sucumbido a la religiosidad sin que haya podido impedirlo. Para él, la salida de Ana en procesión es una derrota. Ha visto como el Magistral vuelve a ser influyente en la actitud de su mujer:

El caso es…que cuando yo creía tenerla dominada, cuando yo creía que el misticismo y el Provisor eran agua pasada que no movía molino…, cuando yo no dudaba de mi poder discrecional en mi hogar…, a lo mejor, ¡zas!, mi mujer me viene con la embajada de la procesión.

Para todos los personajes el colmo de la fatalidad de Ana reside en el hecho de que salga descalza en procesión.

Por otra parte, a través del estilo indirecto libre, somos partícipes de los pensamientos de Fermín de Pas. Este personaje está viviendo un resurgir de las cenizas cual ave fénix: la procesión del Santo Entierro y el entierro del ateo convertido el Miércoles Santo han ayudado a recuperar su posición frente a la ciudad de Vetusta. Se observa en todo momento como las aspiraciones materiales del Magistral se imponen a su sueño espiritual.


Ana Ozores es objeto de un debate interno:

«¡Si lloviera!» Lo deseaba y le remordía la conciencia de este deseo. Estaba asustada de su propia obra. «Yo soy una loca−pensaba−, tomo  resoluciones extremas en los momentos de exaltación y después tengo que cumplirlas cuando el ánimo decaído, casi inerte, no tiene fuerza para querer».

Esta «doble cara» de Ana resulta antitética. Vemos como tiene un lado impulsivo, motivada por ideas románticas y portadora de una fe católica que llega a todos los ámbitos. Por otro lado, tenemos  su lado racional y acorde con las pretensiones sociales. Estas dos fuerzas son las que mueven a este personaje a lo largo de toda la obra y determinan su final. En el fragmento en cuestión, Ana se arrepiente de su impulsiva decisión de salir en procesión, motivada sin lugar a dudas por la imagen que transmitirá a Vetusta. Sabe perfectamente que será objeto de crítica por parte de sus conciudadanos. El ridículo que su marido, Víctor Quintanar, experimentará también le preocupa. Ella misma califica su decisión como un escándalo: olvida toda la fe que motivó su proyecto, siente miedo. La fuerza de la ciudad de Vetusta parece hacer mella en Ana.

En todo momento, las intervenciones de los personajes, así como sus pensamientos, son característicos del movimiento en el que se encuadra la obra: el  Realismo. Esta corriente busca la representación de la realidad cotidiana, para ello, utiliza una serie de recursos, comunes a muchas obras realistas.En el fragmento, hemos sido partícipes de los pensamientos de una serie de personajes. Este perspectivismo ayuda a crear una opinión más objetiva de los hechos de la novela al lector. Por otra parte, la  localización espacial y temporal de los acontecimientos, así como las descripciones detalladas y abundancia de diálogos caracterizadores de los personajes, son recursos utilizados por Clarín para representar un trozo de vida y crear un «efecto de realidad».