Pertenece quizás el fragmento que tengo
entre manos a uno de los capítulos más significativos de toda la obra. Tras la
decisión de Ana Ozores de salir en procesión el Viernes Santo, la noticia
recorre la ciudad a la velocidad del rayo. Muchas son las personas que objetan
su decisión, incluido su marido, Víctor Quintanar. Fermín de Pas, mientras
tanto, recrea su victoria sobre Vetusta; a la vez que Ana se arrepiente de sus
decisiones.
En la conversación entre varios
personajes−entre ellos Obdulia, Visitación y la Marquesa−, somos testigos de la
negativa ante la actitud de Ana por parte de los personajes. Y es que
aunque todas profesan la religión católica, conciben la acción de la Regenta
como locura. Se observan referencias
a la mentalidad ilustrada del siglo XVIII en la marquesa, quien protagoniza un
monólogo interior (estilo indirecto libre):
La
marquesa no acababa de santiguarse. «Aquello no era piedad, no era religión;
era locura, simplemente locura. La
devoción racional, ilustrada, de
buen tono, era aquella otra, pedir para el Hospital a las corporaciones y
particulares a las puertas del templo, regalar estandartes bordados a la
parroquia; ¡pero vestirse de mamarracho y darse en espectáculo!»
El decoro hacia la iglesia se muestra
presente en todo momento: vemos como la calificación de Ana vestida de nazareno
como un mamarracho provoca la
exaltación del resto de personajes.
La hipocresía es un tema constante en
toda la obra y este fragmento no se queda corto. Y es que aunque Ana es
criticada por su falta de «decoro», causa en más de una ocasión la envidia de
Obdulia: las ansias de protagonismo son las causantes de su actitud.
Aparecen en escena Víctor Quintanar y el
Marqués. El personaje de Quintanar se nos presenta desolado: está viendo como
su mujer ha sucumbido a la religiosidad sin que haya podido impedirlo. Para él,
la salida de Ana en procesión es una derrota. Ha visto como el Magistral vuelve
a ser influyente en la actitud de su mujer:
El caso
es…que cuando yo creía tenerla dominada, cuando yo creía que el misticismo y el
Provisor eran agua pasada que no movía molino…, cuando yo no dudaba de mi poder
discrecional en mi hogar…, a lo mejor, ¡zas!, mi mujer me viene con la embajada
de la procesión.
Para todos los personajes el colmo de la
fatalidad de Ana reside en el hecho de que salga descalza en procesión.
Por otra parte, a través del estilo
indirecto libre, somos partícipes de los pensamientos de Fermín de Pas. Este
personaje está viviendo un resurgir de las cenizas cual ave fénix: la procesión
del Santo Entierro y el entierro del ateo
convertido el Miércoles Santo han ayudado a recuperar su posición frente a
la ciudad de Vetusta. Se observa en todo momento como las aspiraciones
materiales del Magistral se imponen a su sueño espiritual. Ana Ozores es objeto de un debate interno:
«¡Si
lloviera!» Lo deseaba y le remordía la conciencia de este deseo. Estaba
asustada de su propia obra. «Yo soy una loca−pensaba−, tomo resoluciones extremas en los momentos de
exaltación y después tengo que cumplirlas cuando el ánimo decaído, casi inerte,
no tiene fuerza para querer».
Esta «doble cara» de Ana resulta
antitética. Vemos como tiene un lado impulsivo, motivada por ideas románticas y
portadora de una fe católica que llega a todos los ámbitos. Por otro lado,
tenemos su lado racional y acorde con
las pretensiones sociales. Estas dos fuerzas son las que mueven a este
personaje a lo largo de toda la obra y determinan su final. En el fragmento en
cuestión, Ana se arrepiente de su impulsiva decisión de salir en procesión,
motivada sin lugar a dudas por la imagen que transmitirá a Vetusta. Sabe
perfectamente que será objeto de crítica por parte de sus conciudadanos. El
ridículo que su marido, Víctor Quintanar, experimentará también le preocupa.
Ella misma califica su decisión como un escándalo: olvida toda la fe que motivó
su proyecto, siente miedo. La fuerza de la ciudad de Vetusta parece hacer mella
en Ana.
En todo momento, las intervenciones de
los personajes, así como sus pensamientos, son característicos del movimiento
en el que se encuadra la obra: el Realismo. Esta corriente busca la
representación de la realidad cotidiana, para ello, utiliza una serie de
recursos, comunes a muchas obras realistas.En el fragmento, hemos sido
partícipes de los pensamientos de una serie de personajes. Este perspectivismo
ayuda a crear una opinión más objetiva de los hechos de la novela al lector.
Por otra parte, la localización espacial
y temporal de los acontecimientos, así como las descripciones detalladas y
abundancia de diálogos caracterizadores de los personajes, son recursos
utilizados por Clarín para representar un trozo de vida y crear un «efecto de
realidad».
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