jueves, 19 de junio de 2014

De opiniones y arrepentimientos

Pertenece quizás el fragmento que tengo entre manos a uno de los capítulos más significativos de toda la obra. Tras la decisión de Ana Ozores de salir en procesión el Viernes Santo, la noticia recorre la ciudad a la velocidad del rayo. Muchas son las personas que objetan su decisión, incluido su marido, Víctor Quintanar. Fermín de Pas, mientras tanto, recrea su victoria sobre Vetusta; a la vez que Ana se arrepiente de sus decisiones.

En la conversación entre varios personajes−entre ellos Obdulia, Visitación y la Marquesa−, somos testigos de la negativa ante la actitud de Ana por parte de los personajes. Y es que aunque todas profesan la religión católica, conciben la acción de la Regenta como locura. Se observan referencias a la mentalidad ilustrada del siglo XVIII en la marquesa, quien protagoniza un monólogo interior (estilo indirecto libre):

La marquesa no acababa de santiguarse. «Aquello no era piedad, no era religión; era locura, simplemente locura. La devoción racional, ilustrada, de buen tono, era aquella otra, pedir para el Hospital a las corporaciones y particulares a las puertas del templo, regalar estandartes bordados a la parroquia; ¡pero vestirse de mamarracho y darse en espectáculo!»

El decoro hacia la iglesia se muestra presente en todo momento: vemos como la calificación de Ana vestida de nazareno como un mamarracho provoca la exaltación del resto de personajes.
La hipocresía es un tema constante en toda la obra y este fragmento no se queda corto. Y es que aunque Ana es criticada por su falta de «decoro», causa en más de una ocasión la envidia de Obdulia: las ansias de protagonismo son las causantes de su actitud.
Aparecen en escena Víctor Quintanar y el Marqués. El personaje de Quintanar se nos presenta desolado: está viendo como su mujer ha sucumbido a la religiosidad sin que haya podido impedirlo. Para él, la salida de Ana en procesión es una derrota. Ha visto como el Magistral vuelve a ser influyente en la actitud de su mujer:

El caso es…que cuando yo creía tenerla dominada, cuando yo creía que el misticismo y el Provisor eran agua pasada que no movía molino…, cuando yo no dudaba de mi poder discrecional en mi hogar…, a lo mejor, ¡zas!, mi mujer me viene con la embajada de la procesión.

Para todos los personajes el colmo de la fatalidad de Ana reside en el hecho de que salga descalza en procesión.

Por otra parte, a través del estilo indirecto libre, somos partícipes de los pensamientos de Fermín de Pas. Este personaje está viviendo un resurgir de las cenizas cual ave fénix: la procesión del Santo Entierro y el entierro del ateo convertido el Miércoles Santo han ayudado a recuperar su posición frente a la ciudad de Vetusta. Se observa en todo momento como las aspiraciones materiales del Magistral se imponen a su sueño espiritual.


Ana Ozores es objeto de un debate interno:

«¡Si lloviera!» Lo deseaba y le remordía la conciencia de este deseo. Estaba asustada de su propia obra. «Yo soy una loca−pensaba−, tomo  resoluciones extremas en los momentos de exaltación y después tengo que cumplirlas cuando el ánimo decaído, casi inerte, no tiene fuerza para querer».

Esta «doble cara» de Ana resulta antitética. Vemos como tiene un lado impulsivo, motivada por ideas románticas y portadora de una fe católica que llega a todos los ámbitos. Por otro lado, tenemos  su lado racional y acorde con las pretensiones sociales. Estas dos fuerzas son las que mueven a este personaje a lo largo de toda la obra y determinan su final. En el fragmento en cuestión, Ana se arrepiente de su impulsiva decisión de salir en procesión, motivada sin lugar a dudas por la imagen que transmitirá a Vetusta. Sabe perfectamente que será objeto de crítica por parte de sus conciudadanos. El ridículo que su marido, Víctor Quintanar, experimentará también le preocupa. Ella misma califica su decisión como un escándalo: olvida toda la fe que motivó su proyecto, siente miedo. La fuerza de la ciudad de Vetusta parece hacer mella en Ana.

En todo momento, las intervenciones de los personajes, así como sus pensamientos, son característicos del movimiento en el que se encuadra la obra: el  Realismo. Esta corriente busca la representación de la realidad cotidiana, para ello, utiliza una serie de recursos, comunes a muchas obras realistas.En el fragmento, hemos sido partícipes de los pensamientos de una serie de personajes. Este perspectivismo ayuda a crear una opinión más objetiva de los hechos de la novela al lector. Por otra parte, la  localización espacial y temporal de los acontecimientos, así como las descripciones detalladas y abundancia de diálogos caracterizadores de los personajes, son recursos utilizados por Clarín para representar un trozo de vida y crear un «efecto de realidad».


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