“Lo clásico”, algo continuamente repetido
en Literatura. Aunque no se valoren ni se reconozcan los textos ─y en general la cultura occidental─ están llenos de
referencias al mundo grecolatino; a quién no le suenan las hazañas de Hércules,
el mito de Dafne, los dioses del Olimpo o la invocación a la Musa. El propio
término “lírica” proviene de los orígenes del género, que se acompañaba con la
música de un instrumento. Y no solo hablo de mitología entendida como conjunto
de mitos, hay autores y obras que no dejan de ser rememorados a lo largo de los
siglos: el género pastoril siempre emula a
las Bucólicas deVirgilio,
rasgos de los poemas amorosos de Catulo o de Ovidio persisten en poemas
posteriores y los viajes llenos de peripecias no pueden dejar de recordar al
nostos del Odiseo de Homero. ¿Se puede decir que haya momentos en que todos
estos motivos sean mucho más recurrentes? El Renacimiento es una vuelta a lo
clásico, un renacer del resplandor
del mundo grecolatino y no hay más que leer a Garcilaso para comprobarlo pero
es que el Barroco, con Góngora y Quevedo a la cabeza, también está repleto de
referencias a mitos y pensamientos clásicos y siguiendo con el campo de la lírica ¿qué pasa con la poesía del siglo
XVIII? Pues pasa lo mismo. Recordemos que a partir de 1760 empieza a cultivarse
lo que se denomina poesía Rococó, esa suavización de las formas barrocas que
tiene como resultado composiciones en versos cortos y ligeros, de sintaxis
sencilla y léxico sensual. Para la temática no hay más que buscar los puntos
comunes entre las Anacreónticas de Cadalso (ojo al título) (Al pintor que me ha de retratar ), los
Idilios y sonetos de Jovellanos (Idilio sexto. A Galatea )y las Odas de Meléndez Valdés (Oda VI. A Dorila ).
La exhortación al goce de la
vida, el tan trillado carpe diem, ¿con
qué lo relaciona Meléndez?
Ven, ven, paloma mía,
debajo de estas parras
de leve el viento aspira
y entre brindis suaves
y mimosas delicias
de la niñez gocemos
pues vuela tan aprisa.

La Traducción de Catulo de
Cadalso es una ficticia continuación del poema que el poeta latino dedica al
pájaro de su amada Lesbia; y Nicolás de Moratín ─aunque a este todavía no se lo puede incluir
completamente dentro de la estética Rococó─ escribe una apología al torero
Pedro Romero ) repleta de personajes mitológicos (Apolo, muy relacionado con los juegos y
al que se debe la simbología de la corona de laurel; Aquiles, recordado por su
valor; Venus, diosa de la belleza; Jasón, que también tuvo que enfrentarse a
toros…) y que comparte estructura y tema con los epinicios pindáricos,
composiciones en honor a campeones olímpicos que eran comparados con héroes y
dioses.
¿Y qué miga se le saca a esto? A pesar de que la poesía Rococó no
destaca precisamente por la densidad de su mensaje sí se puede extraer del
hecho de que se recurra al mundo clásico el anhelo de una vida más pura, dulce
y sencilla, paralela a la Edad de Oro de Hesíodo y Ovidio.
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