¿Cuántas veces hemos tenido que resolver un asunto o solicitar algún
documento en alguna oficina de la administración pública? Sin duda, alguna que
otra vez. Ahora, ¿cuántas el trabajador de turno se ha excusado para, de una u
otra forma, no poder ser atendido y ser rechazados con la expresión: vuelva usted mañana? Ciertamente, más de
las que quisiéramos. Y es que en España el vicio de la holgazanería no es algo
nuevo. Ya Larra (1809-1837) lo
recogía en uno de sus artículos de costumbres, que «casualmente» se llama así, Vuelva usted mañana. (Podéis
acceder al texto íntegro en el siguiente enlace: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/vuelva-usted-manana--0/html/ff7a5caa-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_1_).
Frecuentemente, los artículos de Mariano José de Larra suponen un híbrido entre ensayo y narración. Es por ello que en el presente, encontramos características de ambos géneros. Los aspectos narrativos son fácilmente observables en casi toda la composición:
Aturdíase mi amigo cada vez
más, y cada vez nos comprendía menos. Días y días tardamos en ver las pocas
rarezas que tenemos guardadas. Finalmente, después de medio año largo, si es
que puede haber un medio año más largo que otro, se restituyó mi recomendado a
su patria maldiciendo de esta tierra, y dándome la razón que yo ya antes me
tenía, y llevando al extranjero noticias excelentes de
nuestras costumbres; diciendo sobre todo que en seis meses no había podido
hacer otra cosa sino «volver siempre mañana», y que a la vuelta de tanto
«mañana», eternamente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido
hacer bueno, había sido marcharse.
La forma ensayística se puede ver en la utilización de la primera persona, además de la invitación a la reflexión y a la participación del lector que ofrece el autor de la composición:
¿Tendrá razón, perezoso
lector (si es que has llegado ya a esto que estoy escribiendo), tendrá razón el
buen monsieur Sans-délai en hablar mal de nosotros y de nuestra pereza? ¿Será
cosa de que vuelva el día de mañana con gusto a visitar nuestros hogares?
Dejemos esta cuestión para mañana, porque ya estarás cansado de leer hoy [...].

Larra −quien cuenta
los hechos− aborda la
situación española de la época: un extranjero llega a España para indagar en la
historia de sus antepasados. Durante su estancia, se ve dificultado por la
imposibilidad de tratar con el genealogista experto, al no estar disponible en
ninguna de las ocasiones que lo solicita.
Es propio de los autores costumbristas como Espronceda o Fernán Caballero, intentar crear una imagen propia de España, más real. Este efecto es conseguido con la utilización de varios puntos de vista. Así, en el artículo en cuestión, son las voces de Larra y la de un extranjero las que nos guían en la construcción de esta visión de la realidad española. Sin embargo, es cierto que la perspectiva de los extranjeros no llegaba a ser lo creídamente objetiva como se pensaba, pues estos llegaban a España con ciertos prejuicios: su visión del país es la de una tierra devastada tras las guerras napoleónicas:
Estas
reflexiones hacía yo casualmente no hace muchos días, cuando se presentó en mi
casa un extranjero de estos que, en buena o en mala parte, han de tener siempre de nuestro país una idea exagerada e hiperbólica,
de estos que, o creen que los hombres aquí son todavía los espléndidos,
francos, generosos y caballerescos seres de hace dos siglos, o que son aún las
tribus nómadas del otro lado del Atlante: en el primer caso vienen imaginando
que nuestro carácter se conserva intacto como nuestra ruina; en el segundo
vienen temblando por esos caminos, y pregunta si son los ladrones que los han
de despojar los individuos de algún cuerpo de guardia establecido precisamente
para defenderlos de los azares de un camino, comunes a todos los países.
Tras esta clara crítica a
la sociedad española, se encuentra la idea de la vida como Carnaval: desenmascarar a toda una nación y a una clase social que impide el
avance de este país.
Larra pretende transmitir
una imagen de compromiso: literatura como proyecto de libertad. Reside aquí una
idea muy romántica, si bien es cierto que el propio autor se considera portador
de una estética neoclásica en parte de su obra.
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